jueves, 26 de enero de 2012

CIMBREARSE...

Diciembre 2011
Mañana de domingo, invierno, fresco…
Día de entreno taurino, frontón, toreo de salón y habladurías taurinas.
Tengo el privilegio de que en ocasiones puedo entrenar con profesionales del toreo, gente licenciada en el toro que sin darse cuenta en cada gesto, en cada movimiento, en la  manera de coger el trasto cada día me  dan un máster en toreo, parte de mi educación taurina, algo que no se puede valorar.
Tras sudar al frontón, y dejar plausible que la forma física de un torero es la de un atleta, toca relajar el cuerpo y soñar con esa gran faena.
Toreo de salón, entrenamiento básico del toreo, donde se busca la perfección solo accesible a unos cuantos.
En esta mañana como en otras surge  la conversación taurina, esta vez análisis de varios videos sobre faenas de una figura del toreo. El maestro en cuestión, en gran momento de forma. Descuartizamos entre todos sus faenas. Detalles, flashes y visiones dispares sobre toques, temple, colocación y repertorio.
De una de esas faenas, uno de mis compañeros de entreno llega a la conclusión de que no se cimbrea…  “Si llega a cimbrearse y relajarse de verdad ese día todo hubiera sido distinto”.
Cimbrearse, mecer el cuerpo a la velocidad más lenta posible que el toro permita, a la vez que se da ese pase largo y profundo de arriba abajo. Así me atrevo a definir esa idea que el torero tiene cuando se quiere cimbrear con el toro. Todo el cuerpo debe cimbrear acompañar  en cada muletazo.

Llegar a este tipo de conclusiones de una faena o de una tanda,  demuestra que detrás de cada muletazo de salón hay un mundo poético, un mundo a través del cual todos quieren expresar lo que llevan dentro. En cada muletazo de un torero hay un gran verso detrás.

Rafael de Paula. Arjona.
Definición de la Real Academia de la Lengua (RAE), cimbrar: Dar a alguien con una vara o palo, de modo que le haga doblar el cuerpo. (Def.coloquial)


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