Qué fuerza tendrán las sensaciones, las emociones que recorren tu cuerpo, que a veces asustan, da miedo pensar en su poder. En que de repente te regalan la gloria y sin avisar te la roban.
Es esta, la vida del torero, una vida vivida al son que marca el alma.
Es difícil de explicar cómo se pasa del amor al odio en un momento. Decir que un rato de salón te puede quitar el sueño, no es ninguna locura. A muchos les sonará…
Necesitas una coraza a prueba de bombas contra esa montaña rusa que supone tratar con el sentido, con la expresión del alma.
Es difícil entender como un lance parece entregarte el secreto eterno del toreo, y el siguiente te lo quita.
De repente eres el más fuerte del mundo, y en un segundo te sientes indefenso en un mundo de gigantes. Gigantes toreros, valientes con el toro y valientes con el corazón. Capaces de convertir a la fiera en la mayor expresión de sensibilidad y capaces de dominar con naturalidad una intensa vida interior que es, para salir huyendo. Dos luchas bien distintas pero bien iguales. Es la una consecuencia de la otra, y la otra la que da sentido a la una.
Eternos insatisfechos, egoístas en busca de una felicidad que va y viene, que mas que una felicidad es una necesidad. Una especie de droga, una pasión, un amor, una locura….
Para entenderlo hay que vivirlos, pero claro hablamos de gigantes…
M.C.